Crítica comparada: "Call Me by Your Name", y "God's Own Country" por Miguel Vega
Estoy seguro de que sois miles los habituales de este sitio que no estaréis de acuerdo conmigo sobre el contenido y hasta las formas de esta crítica, pero la libertad de opinión es un ejercicio siempre bienvenido, y espero saber transmitir mis dudas con respecto a una película que la comunidad LGTBI -especialmente GTB- ha acogido como una maravilla: "Call Me By Your Name".
A mí, pese a la propuesta formal (puramente cinematográfica, que no es mala en sí misma) la película me parece un pastiche, absolutamente increíble. Y me explico:
. Una historia de amor entre un chaval de 17 años y un hombre más maduro no es algo inaudito (casi todos nosotros hemos vivido algo así a los 17, y después, también, a los 35, en mayor o menor grado). Nada que objetar por ahí.
. Pero hablar de ella como la panacea del amor homosexual... Perdonad, pero no. La realidad, una vez que abrimos los ojos todos, es que la inmensa mayor parte no vivimos en una pedazo de villa en la Toscana como la que encubre esta historia, llena de arte, rincones, belleza, dinero, confort, serenidad, silencio..., ni tenemos un padre tan comprensivo y docto, un tipo tan bien educado y al que parece no importar que un trabajador a sueldo -no es otra cosa- seduzca y se lleve a la cama a su hijo menor de edad, con el que muestra no sólo comprensión, y hasta anima en su "deriva", sino al que justifica en su opción: es genial que los padres lo entiendan, que en eso hemos avanzado mucho, pero no deja de ser un menor de edad, con un hombre cuando menos curtidito. No sé vosotros, pero yo, como padre, levantaría algo más que una ceja.
. El personaje de la madre es un desastre: una mujer que vive en semejante villa -no recuerdo haber visto a nadie en el servicio para el mantenimiento de la casa: ¡se limpia y lleva sola!, pero quizá lo hay y se me pasó-, una mujer, decía, entregada a la lectura y la cultura, absolutamente perdida en esa nube de conocimiento y a la que se le escapa la "aventura" vital del hijo, al que la libertad de elección no se le da: sencillamente no hay nadie allí para reorientarle o aconsejarle en la vida, una especie de "resuelve tú mismo, y crece" encomiable, pero sin siquiera la mirada lejana de una madre desnaturalizada, y de un padre tan comprensivo que es ajeno, la verdad, y sólo aparece cuando le ve hundido.
No sé vosotros, pero el común de la gente (no digo ya de los gays y lesbianas y trans de este mundo) no se cría en este paraíso de libertad y rodeado de riqueza. Y por supuesto que, con seguridad, en las élites puede haber casos de homosexualidad como este, pero ni siquiera en ese ámbito se justificarían unos padres tan... "extraterrestres": sigue siendo un menor de edad.
. Para comparar la exquisitez de esta familia ideal, se reúnen en única ocasión con una visita que más parecen unos invitados de caridad que unos amigos: quizá el director nos trata de convencer de que no son elitistas en absoluto, cuando el resultado es que la visita cae en lo desagradable, que no hace sino aumentar la idealización de los dueños de la villa. No sé: podrían tener amigos que a la consumada lectora que es la madre le hiciesen mostrar algo de la sabiduría que se supone que acumula, y no sólo por la diferencia ostentosa con la vulgaridad de la visita. O sea, más por mérito propio que por desmérito ajeno.
. Y por si fuera poco (la villa increíble, el padre ideal, la madre cultísima, el entorno privilegiado y exclusivo...), el chico tiene en sí mismo su marasmo adolescente que casi resuma sabiduría: a esa edad todos probamos, todos erramos, todos aprendemos: a mí las lágrimas del chico me dejan frío. Me interesarían más la del chico mayor que, por más historia maravillosa que nos vendan, termina eligiendo lo que ya tiene fuera, que a buen seguro no es tan ideal, pero que es algo "real". Es su elección madura. Y a lo mejor habría que preguntarse por qué. Quizá lo que sucede es que al chico mayor no le interesa gran cosa la pesadez adolescente y la falta de amarre de la historia que el director nos cuenta.
A mí toda la cinta me parece un pestiño, un pastiche sin nada objetivo o real -a excepción del deseo, que ya me diréis quién es el guapo que se escapa en semejante entorno, y con el clasicismo omnipresente hasta en el cuerpo del secretario-, un filme increíble en el sentido literal, no creíble, por fantástico.
Que habrá alguna historia en el mundo así, posiblemente. Que no habrá más de cinco, también. Que eso no es lo común en la adolescencia de cualquier gay, con seguridad. Que la historia es poco realista, elitista y tramposa (y soy generoso), sin ninguna duda.
Cuando uno compara esta fantasía moña y sin quebranto (fuera de las cuatro lágrimas de un chaval de 17, os recuerdo), con un filme como "God's Own Country", se cae de la nube rosa y pone los pies en el suelo: el director nos cuenta una historia que es todo batalla, que crece a nuestros ojos con la fuerza de la atracción en el peor escenario posible o pensado: una granja en medio de la nada, en un pueblo del agro inglés (Brexit puro) lleno de recelos ante la inmigración (por no decir racista), sacando oro en mitad de un jodido yermo (y no sólo en el paisaje circundante, sino en el "paisaje personal" del chico inglés, por ejemplo, o en las dudas del mucho más estable y formado en el amor Gheorge). Las diferencias entre un filme y otro son tan claras, tan evidentes, tan contundentes, que casi es absurdo comentarlas, pero vivimos tiempos donde la fotonovela de la vida que nos venden nos impide ver la realidad, o nos permite evadirnos de ella: la fábrica de sueños que es el cine tiene esa magia, pero no hay por qué hacerla imposible: en la película de Lee, la Inglaterra adusta y cerril no puede con el tremendo lazo que los chicos desarrollan. Es, esta sí, una batalla creíble, real, hermosa, imbatible, y sobre todo es cercana, es plausible, y en ella nos podríamos reconocer casi todos. Es un milagro de película, una maravilla. Preciosa, dura, tremenda, y humana. Esta, sí.
Crítica realizada por Miguel Vega, seguidor del blog.
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